Via Justicia Alimentaria

Esta semana hemos recibido la visita de Miriam Nobre, activista feminista, agrónoma y maestra por el Programa de Integración de América Latina -Universidad de Sao Paulo-. Miriam Nobre integra el equipo de SOF – Sempreviva Organização Feminista- desde 1993 donde desarrolla actividades de educación popular, investigación y asesoramiento técnico en Economía Feminista, Agroecología, Soberanía Alimentaria y Economía Solidaria. Además, entre 2006 y 2013 fue coordinadora del Secretariado Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres. Con ella hemos conversado de la situación del movimiento feminista hoy, de soberanía alimentaria y de las alternativas al sistema actual.

– Sin feminismo no puede haber cambio social…

La exclusión de las mujeres, la negación de sus conocimientos, aportes, deseos; la apropiación de su trabajo y disponibilidad para el cuidado del otro son constitutivos del sistema de dominación que, a su vez, está basado en jerarquías de clase, género, raza o etnia. La única posibilidad de un cambio radical que abra espacio a otras formas de organizar la vida es confrontar estas jerarquías conjuntamente.

– En consecuencia, la soberanía alimentaria será feminista o no será.

Las mujeres presentes en Nyeleni, foro de soberanía alimentaria, han proclamado que son ellas las creadoras históricas de conocimientos en agricultura y en alimentación, que continúan produciendo hasta el 80% de los alimentos en los países más pobres y que actualmente son las principales guardianas de la biodiversidad y de las semillas de cultivo. Reconocerlo y permitir que esta potencia se desarrolle presupone confrontarse a las limitaciones impuestas a las mujeres, incluso por sus familiares, comunidades u organizaciones. Cada vez que agricultora no puede participar en un intercambio de semillas o en una protesta contra Monsanto porque no tiene quien cuide de sus niños o personas dependientes, porque cree que su compañero habla mejor, porque el padre no la deja ir… nos alejamos de la soberanía alimentaria.

Otro tema a tener en cuenta es que la preparación de los alimentos ha sido responsabilidad de las mujeres en el campo y en las ciudades. Mujeres que muchas veces viven la sobrecarga de trabajo y que en todas las sociedades dedican más horas a los quehaceres domésticos que los hombres. Para lograr que todas las personas coman mejor, coman sano, con vínculos directos con la gente que produce estos alimentos es necesario desarrollar políticas públicas – como por ejemplo en la alimentación escolar– y compartir las tareas de compra, almacenamiento, preparación, distribución de los alimentos.

– ¿Qué análisis haces del movimiento feminista hoy?

Mujeres jóvenes, mujeres negras, lesbianas, campesinas, indígenas están encontrando en el feminismo formas de dar valor a sus experiencias personales y colectivas. Tenemos la esperanza de que podamos hacer nuevas síntesis que se aproximen más de las complejidades de la vida. Ya no sirve hablar de la experiencia de mujeres blancas, intelectualizadas como referentes y sumar a todas las demás sólo añadiendo “aún peor”.  Sin embargo, considero que nuestra posición en la división sexual de trabajo, el control sobre la sexualidad, la imposición de modelos de femineidad siempre subordinados, o la violencia sexual nos marca la vida de todas y la categoría “mujeres” tiene un sentido político que es de afirmarse y deshacerse al mismo tiempo. Sin embargo, como en todos los demás movimientos también está el riesgo del endulzamiento, o la instrumentalización por el mercado o por las instituciones multilaterales y sus mecanismos de “gender washing”.

– ¿Qué ha aportado la Marcha Mundial de las Mujeres a las mujeres del mundo?

Logramos construir una agenda mundial que no era seguir las conferencias de Naciones Unidas. Una agenda que se escribe con nuestras propias palabras y que fortalece y al mismo tiempo nace de luchas nacionales. Nuestra agenda que se expresó en la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad o en los campos de acción no estaba dentro dos límites de lo posible de ser negociado. Al combinar agenda y formas de luchas y movilización la idea es cambiar la correlación de fuerzas para alargar las posibilidades de demandas y de victorias. También rescatamos el sentido de que el movimiento feminista es inmenso, reúne a millones de mujeres de diferentes partes del mundo. Y expresamos nuestra solidaridad en concreto, sobre todo en momentos difíciles, como ahora, cuando dos activistas, integrantes de coordinaciones nacionales de la Marcha están en la cárcel: Ayse Gökkan de Kurdistán y Khitam Saafin de Palestina.

– ¿Cuáles son los nuevos retos?

No creo que sean nuevos, pero los retos que me movilizan ahora se refieren a ampliar experiencias concretas de otras formas de organizar la vida. O sea, me parece que la mejor manera de resistencia es la afirmación de alternativas que aprendan de las trayectorias de comunidades tradicionales en la gestión de los comunes para desarrollar espacios de creatividad y de libertad en las relaciones interpersonales, comunidades y territorios.

– Miriam, tu trayectoria es muy amplia. ¿Qué ocupa ahora gran parte de tu tiempo?

Ahora estoy trabajando con las mujeres quilombolas, campesinas e indígenas del Vale do Ribeira que viven en la mayor área continúa de Mata Atlántica que todavía existe en Brasil. Con ellas estamos reflexionando sobre cómo construir autonomía personal y colectiva como mujeres, reconociendo las interdependencias, pero redistribuyendo los tiempos y los cuidados. Estamos desarrollando prácticas agroecológicas que favorecen la autonomía frente a los mercados (semillas propias, compostaje…) y a la superación de la división sexual del trabajo. Es decir, trabajamos para que las mujeres puedan desarrollar las actividades que les gusten más allá de las actividades que han estado de manera tradicional “destinadas’ a ellas. También acompañamos juntas por medio del registro cotidiano los destinos de la producción de que si responsabilizan las mujeres: autoconsumo, intercambio, donación y venda. Así es posible percibir el inmenso aporte económico de las mujeres a sus hogares, familiares que viven en otros sitios, vecinos, a pesar que este no sea monetario. Y también construimos mercados de cercanía y en relación directa con grupos de consumo para que las agricultoras tengan ingresos mayores y más estables y las trabajadoras y los trabajadores de la ciudad accedan a la comida saludable que ellas producen.

Los cambios, desde el territorio, permiten ver unos frutos muy concretos, ¿verdad?

Esta región del Vale do Ribeira, donde intentamos que sea real un territorio libre de agrotóxicos y de violencia hacia las mujeres, encontramos también una política ambiental que excluye las comunidades que han hecho posible que tal biodiversidad exista, la privatización de la gestión de las unidades de conservación, planes de “desarrollo” basados en los principios de la “economía verde”, compañías mineras ya instaladas o demandando nuevas licencias, etc. Los cambios concretos en la vida de cada una de las agricultoras con las que convivimos demandan nuestra implicación permanente en la lucha por cambios estructurales en la sociedad.